Matrescencia, el viaje de tu vida

Estás enamorada de tu bebé… y tú eres el centro de su mundo. ¡Claro que sí!

Le das absolutamente todo de ti sin escatimar ni un poquito: le entregaste tu cuerpo durante 9 meses, ahora tus horas de sueño son suyas, y sabes con certeza, que tu vida ya no te pertenece.

Es duro y hermoso a la vez, porque te has convertido de la noche a la mañana en la mejor madre del mundo para tu bebé.

el periodo de la matrescencia

Pero el viaje es largo y tiene sus altibajos. Hay momentos de profundo amor que no te caben en el pecho y que te cortan la respiración. También hay lágrimas de frustración, incomprensión, confusión… Te sientes preparada, pero a veces te flaquean las fuerzas y te asaltan las dudas: ¿por qué yo? ¿en qué estaba pensando? ¿lo estaré haciendo bien?

Las cosas más simples y superfluas ahora que eres madre son un verdadero tesoro para ti. Darías lo que fuera por una ducha caliente y relajada; por parar un solo instante ese torbellino de preocupaciones que te nublan el pensamiento; por tumbarte al sol a leer un libro; por un plato de comida caliente en la mesa…

Y sin embargo, cierras los ojos mientras meces a tu bebé en tus brazos doloridos, y te sonrojas al pensar que antes de ser madre (en esa vida que ahora sientes tan lejana), ¡no te alcanzaba el tiempo para nada!

Tus prioridades han dado un vuelvo alucinante desde que el bebé llegó a casa. Ya no recuerdas la última vez que te pintaste las uñas; ya no parece tan importante depilarte; ni qué decir de la pérdida de tiempo y energía que significa pensar en qué te pondrás hoy para salir… total, seguro que antes de abrir la puerta tu bebé te ha regurgitado en el vestido, o peor aún, se le ha escapado el pipí del pañal. ¡Hoy mejor me quedo en casa!, piensas.

Este es el núcleo de la matrescencia, de la transformación más increíble que cualquier mujer puede vivir. Y es tan potente que ya no parará nunca más, ya no volverás hacer quien eras, cada día serás una versión nueva y mejorada de ti misma como persona, como mujer, y claro, también como madre.

Habrá momentos de este viaje maternal en el que te sientas perdida; pero descuida, te reencontrarás. Es cuestión de darte tiempo.

Seguramente algunas mañanas te mirarás al espejo, y no te reconocerás; pero tranquila, sigues estando en el fondo de esa mirada amorosa y cansada.

En alguna encrucijada cogerás el camino difícil; pero no te arrepentirás porque eso te hará más fuerte, más sabia, y más madre.

Hoy no queremos hablar de recursos para madres, ni de datos sobre maternidad, ni de hormonas… hoy queremos sentirnos más cerca de ti porque te entendemos, porque no estás sola, y porque lo estás haciendo genial.

Para abrazarte desde aquí y acompañarte en tu camino de matrescencia, compartimos contigo estas palabras del libro El nudo materno, de Jane Lazarre, que representa perfectamente ese vaivén emocional que te hace tan madre, tan única, y tan mamífera:

Los quiero, claro, pero los odio—dijo.

Yo daría la vida por él—recalqué—. Todas esas películas sobre mujeres sorteando tanques entre balazos para salvar a sus hijos son reales. Sin duda prefiero morirme a perderlo. Supongo que esto es amor —dije estremeciéndome, y después nos echamos a reír—, pero ha destrozado mi vida, y solo vivo pensando en cómo recuperarla —dije para terminar, pues sin la segunda parte de la frase, la primera era una pérfida mentira, una mentira que juramos desterrar para siempre.

Estoy deseando que llegue mañana, para que te ocupes tú de los niños—me confesó— pero me da terror dejarlos.

Asumimos que las frases tendrían siempre dos partes: la segunda contradecía aparentemente la primera, pero su unidad estaba siempre sujeta a nuestra capacidad cada vez mayor de tolerar esta ambivalencia, pues el amor maternal trata precisamente de esto.

Nos encantaría continuar esta conversación contigo. Qué te parece si compartes con nosotros cómo está siendo el gran viaje de tu vida: qué sientes como madre, qué necesitas como persona, cómo has cambiado como mujer, qué no cambiarías por nada del mundo al ver la carita de tu bebé… Te leemos en los comentarios.

¡Buen viaje!

Con amor, Dana.

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